lunes, 17 de octubre de 2011

Semana de la Transparencia y Rendición de Cuentas

En este evento me tocará estar participando, el viernes 21 que es cuando llega a Mazatlán.

Esperemos una buena jornada en todo el estado y en especial en Mazatlán.



9:30 hrs.  Conferencia Magistral
Transparencia y Rendición de Cuentas...La próxima década
Mtro. Eduardo Bohórquez López
Presentador
Lic. Francisco Cuamea Lizárraga
 
10:45 hrs. Conferencia Magistral
Transparencia Focalizada
Lic. Francisco Álvarez Cordoba     
Presentador
Lic. Felipe Guerrero
12:00 hrs.Panel
El Derecho de Acceso a la Información en los Municipios
Dr. Guadalupe Robles Chávez
Dr. Alfonso Páez Álvarez
Moderador:
Lic. Carlos Jaime Beltrán Valdez
 
14:00 hrs. Comida 
16:00 hrs.Conferencia
La Contraloría ante las obsevaciones de la Auditoría Superior del Estado
C.P. Raymundo Rocha Torres
Presentadora
Nelly Rejón
 
17:15 -17:30 hrs.Panel
Transparencia y Acceso a la Información en tiempos de las redes sociales
Lic. Manuel Silva Coache
Lic. Haydeé Pérez Garrido
Lic. Wendy Salas Martínez
Lic. Angel Martínez Armengol
Moderador
Lic. Orlando Samaniego Meza
   
 Otras actividades en escuelas primarias.
  1. Obra de TeatroCorvus  El Cuervo Transparente
    Grupo Mandrágora │ Ciclo de Cine-Saber

    Organiza CEAIPES

lunes, 16 de mayo de 2011

Atentos a todo... y a nada

Atentos a todo... y a nada

'E-mails', redes sociales, el móvil... Recibimos una sobredosis de información que no es fácil procesar. La 'infoxicación' empeora la capacidad analítica, aumenta la ansiedad y conduce a decisiones erróneas.


Recuerden cuando el mundo era (un poco) más tranquilo. Solo había un par de canales de televisión. Las cartas postales cuidadosamente manuscritas tardaban días o semanas en ir de una mano a otra. Los periódicos contaban lo que había pasado ayer. Y a los amigos los veíamos de tarde en tarde alrededor de la mesa de algún bar. Ahora, en cambio, vivimos en mitad de una avalancha. El acelerón de la tecnología ha provocado que la información nos bombardeé a discreción, sin piedad y en todas direcciones, y que el contacto con el prójimo se haga constante e instantáneo gracias al teléfono móvil, el e-mail y las redes sociales. Si antes mirábamos el mundo a través de la ventana, ahora miles de ventanas que se abren simultáneas y meten el mundo en nuestro ordenador. Esta nueva forma de existencia, hiperconectada e instantánea, tiene sus ventajas, claro está, pero también sus desventajas. El estrés, la ansiedad informativa, la confusión, la superficialidad o la falta de atención son algunos de ellos. "Infoxicación" lo llama el físico Alfons Cornellá, fundador de la consultora sobre nuevas tendencias Infonomía, un neologismo que mezcla la información y la intoxicación. Se produce cuando la información recibida es mucho mayor que la que somos capaces de procesar, con consecuencias negativas.
"En el momento en que aun no has acabado de digerir algo, ya te está llegando otra cosa", dice Cornellá, "la entrada constante de información, en un mundo always on (siempre encendido), te lleva a no tratar ninguna información en profundidad. Cuando la información es demasiada todo es lectura interruptus. El fenómeno se desboca cuando todos pasamos a ser productores de información, y cuando los instrumentos para producirla son mejores que los instrumentos para organizarla y buscarla. Todos sabemos usar un procesador de texto, pero pocos saben buscar información de calidad con criterio". En efecto, hoy día la actividad es frenética: "Se calcula que entre el nacimiento de la escritura y el año 2003 se crearon cinco exaby­tes (billones de megabytes de información). Pues bien, esa cantidad de información se crea ahora cada dos días", informa el especialista en redes David de Ugarte. "La posibilidad de emitir información codificada se ha ido democratizando: primero como escritura, luego como imagen, etcétera. Piensa cuánta gente podía escribir un texto a principios del siglo XIX, o cuanta hacer una foto a principios del XX... Y compáralo con hoy".
Una información que, además, salta de un lugar a otro como pulgas en una sábana: en España se envían 563 millones de correos al día, según la consultora Contactlab, y cada español recibe, de media, unos 23 correos diarios que debe gestionar (en algunos casos llegan a cientos), y que ahora, además de en el ordenador, también recibimos en nuestros smart­phones (teléfonos inteligentes). Y eso sin contar lo que se cuela a través de redes sociales como Facebook y Twitter. Según la Asociación para la Investigación de Medios de Comunicación (AIMC), el 37% de los españoles se conecta entre 10 y 30 horas semanales. El 9% lo hace más de sesenta horas. Cada vez pasamos más tiempo en este mundo de los unos y ceros y menos en el de la carne y los huesos: "Las horas dedicadas diariamente al uso de aparatos electrónicos prácticamente se ha duplicado desde 1987, mientas que la interacción cara a cara caía desde unas seis horas a poco más de dos", según explica José Antonio Redondo en su libro sobre redes sociales Socialnets (Península).
Y todo esto cansa a la mente. El psicólogo David Lewis creó el concepto de Síndrome de Fatiga Informativa, en su informe Dying for information? (¿Muriendo por la información?) elaborado para la agencia Reuters. Se da en personas que tienen que lidiar con toneladas de información procedente de libros, periódicos, faxes, correos electrónicos, etcétera, y que, según Lewis, provoca la parálisis de la capacidad analítica, ansiedad y dudas, y conduce a malas decisiones y conclusiones erróneas. Dos tercios de los 1.300 profesionales entrevistados por Reuters achacaron al estrés producido por manejar altos flujos de información daños en sus relaciones personales, baja satisfacción laboral y tensión con sus colegas. "El exceso es más perjudicial que provechoso", opina Jorge Franganillo, profesor de Información y Documentación de la Universidad de Barcelona.
"Durante siglos hemos asociado más información a más libertad. Sin embargo, hoy día, no por tener más donde elegir tenemos más libertad ni estamos más satisfechos. La información es imprescindible en la vida moderna, pero en exceso es asfixiante y resulta difícil de procesar. Al final, más es menos". Nos puede incluso hacer menos productivos, como observó el psicólogo británico Amir Khaki, de AK Consulting, estudiando el comportamiento de un grupo de ejecutivos: la consulta continua de la BlackBerry aumenta el estrés y reduce la productividad. Uno de los sujetos del estudio tardaba el triple de tiempo en rellenar impresos comunes por la constante distracción de su teléfono inteligente. "La presión que provoca la sobrecarga informativa retrasa decisiones importantes o hace que se tomen medidas sin la suficiente reflexión. Y causa también una fricción informativa que dispersa la atención y aumenta la fatiga. La energía física e intelectual que consumimos para obtener la información correcta se desperdicia si no hacemos algo útil con ella", dice Franganillo. Y, por mucho tiempo que invirtamos, siempre tenemos la impresión de que se nos está escapando algo. "Esta sobreabundancia hace que pocos elementos de entre todo ese mar resalten y queden fijados a nuestra memoria, que hoy se encuentra medio perdida al no poder atar datos con situaciones y lugares concretos.Muchas cosas pasan desapercibidas, miradas sin ser vista", dice Roberto Balaguer, psicólogo especialista en Internet.
Superficialidad
La superficialidad es otra de las posibles consecuencias del maremagno actual, como señala el autor Nicholas Carr en su libro Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? (Taurus), de reciente aparición. Carr, licenciado en Literatura, advirtió que su capacidad de concentración en la lectura de textos largos era cada vez menor. La causa: su actividad multitarea, atento a la vez a la web, el Twitter, el teléfono, el Skype, el Facebook... "Internet nos incita a buscar lo breve y lo rápido y nos aleja de la posibilidad de concentrarnos en una sola cosa", declaró en una entrevista a Bárbara Celis en EL PAÍS. "La multitarea, instigada por el uso de Internet, nos aleja de formas de pensamiento que requieren reflexión y contemplación, nos convierte en seres más eficientes procesando información pero menos capaces para profundizar en esa información y al hacerlo no solo nos deshumanizan un poco sino que nos uniformizan". Por supuesto, Carr cerró sus perfiles en las redes sociales.
No todos son tan pesimistas. "Mi hijo juega mucho al Call of Duty (un frenético videojuego bélico). Puedo pensar que está perdiendo el tiempo, o incluso que está enganchado, o pensar que se está preparando para un nuevo mundo donde los estímulos serán mayores, y la información más cambiante. El mundo que viene probablemente sea más parecido a Call of Duty que a Guerra y paz", opina Xabier Carbonell, profesor de Psicología en la Universidad Ramón Llull. "No creo que sea un problema, sino cuestión de aprendizaje. Fíjate, mi madre me decía '¿cómo puedes estudiar con la radio puesta?'. Y compáralo con todo lo que hay ahora... La tecnología está produciendo un cambio cognitivo importante". Cada vez somos más multitarea y esto es irreversible. "Son las habilidades que, por otro lado, cada vez valora más el mercado laboral: empleados que tengan esa habilidad de gestionar en contextos de saturación de información", coincide Fernando Garrido, del Observatorio para la Cibersociedad. ¿Cómo gestionar esta cantidad ingente de información? La respuesta es obvia: tomándonoslo con calma. Desconectándonos un rato: apagar el ordenador, la televisión, silenciar el teléfono.
Ahondar en el trato humano y pausado. Adoptar un hobby alejado de los gadgets tecnológicos. Salir a la calle. "Algunos médicos han indicado las siestas como una manera de contrarrestar la neblina digital de la sobreinformación", sugiere Balaguer. "No dedicarse a leer y contestar el correo en cualquier momento, sino solo a determinadas horas de la jornada laboral, de manera que sea una parte de tu agenda y no te interrumpa constantemente", recomienda Redondo. Y eligiendo solo lo provechoso. "La avalancha de información que se puede gestionar mejor si establecemos prioridades. Hemos de tener claro qué temas nos interesan, centrar la atención en pocas áreas y procurar que sean lo bastante concretas. No se puede pretender estar al día de muchos temas o de temas demasiado amplios: ya en 1550 el teólogo Juan Calvino se quejaba de que había tantos libros que ni siquiera tenía tiempo de leer los títulos", dice Franganillo. Como apunta Cornellá: "Hay que escoger muy bien las fuentes de información. Dedicar parte del mejor tiempo del día a la información de calidad. Cuanta más de esta manejas, más capaz eres de discriminar que lo que tienes delante es pura basura. La buena información, la relevante, desinfoxica".

http://www.elpais.com/articulo/sociedad/Atentos/todo/nada/elpepusoc/20110512elpepusoc_3/Tes

jueves, 27 de enero de 2011

El cine es bueno para la salud...buen artículo.

REPORTAJE: vida&artes

El cine es bueno para la salud

Las películas sobre enfermedades conocidas ayudan a concienciar - Las que tratan de dolencias raras atraen fondos para investigar y buscar curas - Varias facultades de medicina utilizan largometrajes para formar a sus estudiantes

Para el príncipe Alberto contarles un cuento a sus hijas, la hoy reina Isabel II de Inglaterra y su hermana, Margarita, era un sufrimiento. Pero nada comparado con el terrorífico suplicio de ponerse ante el micrófono y dirigirse por radio a sus súbditos. La tartamudez del coronado como Jorge VI es protagonista estelar de El discurso del Rey, con 12 candidaturas, la favorita para los Oscar. En infinidad de películas aparecen enfermedades, dolencias y trastornos. Pero ¿cuán fieles son las versiones cinematográficas a la realidad? ¿Qué opinan médicos, investigadores y pacientes?

Alicia Fernández-Zúñiga, psicóloga clínica experta en tartamudez confiesa que iba al cine escéptica "porque los temas médicos no se suelen tratar [en el cine] con rigor, se hacen muchas concesiones. No es el caso de esta". Sostiene que la película es una oportunidad para divulgar. Recuerda que "nadie empieza a hablar tartamudeando" y recomienda: "Si su hijo sigue tartamudeando tres meses después de la primera vez, consulte a un experto porque existe un tratamiento preventivo eficaz".

Seguro que son muchos los que conocieron por primera vez a un autista, un leproso, un enfermo del sida, un esquizofrénico o un parapléjico en una película. Para entonces, sin duda ya habían oído hablar de esas enfermedades. Pero no de la adrenoleucodistrofia (ADL), conocida por los legos como "la enfermedad de El aceite de la vida", una enfermedad genética, una dolencia neurodegenerativa poco frecuente cuya prevalencia es de una en cada 20.000 personas.

El uno en la película existió, se llamaba Lorenzo Odone, murió en 2008. Pero los protagonistas son sus padres, Augusto (encarnado por Nick Nolte) y Michaela (Susan Sarandon), que con un esfuerzo titánico inventaron un aceite que mantuvo vivo a Lorenzo, y a muchos otros, durante años. "Me pareció absolutamente fiel a la realidad, la parte clínica es muy fidedigna y el retrato psicológico, también", afirma Aurora Pujol. Una voz de lo más autorizada en esta enfermedad rara, pues esta investigadora del ICREA (el CSIC catalán), y su equipo son referentes mundiales en esta enfermedad. Solo unos 10 grupos estudian esta patología. Cuenta Pujol que el aceite con el que dieron aquellos padres tras horas y horas en bibliotecas -recuerden, Internet no existía entonces-, resultó "parcialmente eficaz, durante 15 años se ha estado tratando pacientes con él".

Esta investigadora, que colabora con el Ciberer (el Centro de Investigación Biomédica en Red de Enfermedades Raras), enumera los motivos por los que la película es ejemplar: muestra fielmente el trauma de los padres, esa incomprensión social y profunda soledad cuando los médicos no dan con el diagnóstico, no digamos ya con el tratamiento, o enseña cómo crear asociaciones; es útil también para los médicos, porque los primeros síntomas se pueden confundir con otras patologías y el diagnóstico se suele retrasar (y es al inicio cuando los tratamientos son eficaces). "El aceite de la vida se pasa en las facultades de medicina y de biología. Y nosotros se la ponemos a los alumnos de tesis, que trabajan con ratones transgénicos, para que vean adónde van sus investigaciones".

La película despertó el interés del público hacia una enfermedad rara, y eso, recalca Pujol, en países como EE UU con tradición de hacer donaciones privadas para la investigación, fue importante para recaudar fondos en busca de una cura. Dinero convertido hoy en tratamientos para enfermos de ADL: el trasplante de médula ósea y la terapia génica son eficaces en los peques (la segunda ha salvado a tres españoles), asegura Pujol, embarcada ahora en el primer ensayo clínico internacional con un cóctel de antioxidantes para enfermos adultos, que ha sido un éxito en ratones.

Y Pujol recuerda otro caso real, español, "con un final bastante feliz", el de José Carlos Galera Lázaro, publicado también en este diario . Su familia logró que Zaragoza y Aragón se volcaran para salvar a Carlos. Gracias a miles de donativos recaudaron 800.000 euros en un mes, lo necesario para que el crío recibiera un trasplante en Minessota "que fue un éxito".

Asegura Antonio Bañón, presidente de la asociación de glucogenosis, que "en el caso de las enfermedades minoritarias, la importancia del cine es dar a conocer la enfermedad". Es lo que ha hecho Medidas extraordinarias por la enfermedad de Pompe. "Ha servido para visibilizar la enfermedad" que en España padecen unas 60 personas. A los pacientes, dice, "les genera una identidad colectiva", algo esencial en las denominadas enfermedades raras (las que sufren menos de cinco por 10.000 personas). Sostiene que algunas cuestiones aparecen edulcoradas en el filme. "Todo no es tan sencillo a la hora de desarrollar un medicamento, el día a día de la enfermedad es muy duro".

El chico y la chica que encarnan a los hermanos enfermos en la versión de Hollywood tienen, pese a la traqueotomía y la silla de ruedas, un aspecto bastante mejor que el de Megan y Patrick, los protagonistas reales, cuyo padre creó una empresa biomédica para buscar una cura. Dice Bañón, que participa en un proyecto de la Universidad de Almería sobre el análisis comunicativo de las enfermedades raras, que "la complejidad de la enfermedad no aparece, quizá no puede ser de otra manera, pero sí logra transmitir emociones y eso es muy importante".

José Elías García Sánchez es microbiólogo, fundador de la revista científica Medicina y Cine y profesor en la Universidad de Salamanca. "El cine en general no refleja fielmente la enfermedad, es imposible hacerlo en 90 o 120 minutos", asegura este médico, que creó la revista con el ánimo de atraer a otros colegas a estudiar lo que podríamos denominar el cine sanitario, un género no catalogado pero que, según él, sí que existe.

Opina que Rain Man es un buen ejemplo: "Es bastante fiel a lo que es el autismo. Tuvo una buena asesoría médica. Eso es lo que tienen que hacer los directores, asesorarse bien". A veces también aparecen en pantalla enfermedades, digamos, incompletas: "En Memorias de África, la protagonista [Meryl Streep] tiene sífilis pero los síntomas no aparecen, el tratamiento sí".

Cuenta García Sánchez que en varias universidades, incluida la de Salamanca, usan el cine en la enseñanza; él, desde hace 14 años. Philadelphia es un clásico en sus clases sobre el herpes o el sida. Está convencido de que cualquier estudiante que ve a Andrew (Tom Hanks) desabrocharse la camisa no olvidará jamás el sarcoma de Kaposi. "Vemos la película, discutimos la clínica...". La revista Medicina y Cine, cuatro números al año, bilingüe castellano-inglés, nació hace seis años.

Otras enfermedades no necesitan, como quien dice, presentación. Es el caso del cáncer. La española Cuarta planta es, explica Vanesa Jorge, psicooncóloga de la Asociación Española contra el Cáncer (AECC), uno de los títulos de una filmografía sobre la enfermedad que han elaborado para que los psicólogos puedan echar mano de ella cuando quieren escenificar una fase de la enfermedad. Las usan, por ejemplo, para recomendar a voluntarios. "A los enfermos no se les ponen, ni a sus familias, ellos ya lo están viviendo. El cine no es un instrumento terapéutico", afirma Jorge.

Álvaro Pastor, codirector de Yo, también, con Lola Dueñas y Pablo Pineda, precisa, de entrada, que, como insisten las asociaciones, el síndrome de Down "no es una enfermedad, es una alteración genética". Dicho esto, cuenta que "sin ser rosas o faltar a la verdad" él y el codirector, Antonio Naharro (que tiene una hermana Down), quisieron "ofrecer un punto de vista optimista porque el asunto lo merece". "Nos documentamos hasta el infinito" sobre esta alteración, insiste. Recalca que lograr financiación fue una odisea: "La discapacidad no le parecía interesante a nadie, decían que no era comercial". Resulta que la película hizo casi tres millones de dólares en taquilla en el extranjero, unos 400.000 en España. Pastor habla con envidia de cómo trata la discapacidad Hollywood: "Mira Forrest Gump, colocan a un discapacitado de protagonista y lo convierten en una historia de superación. Tengo la firme creencia de que el tema da igual, lo que importa es cómo lo cuentas".

Y si reflejar una enfermedad en pantalla es complicado, es complicadísimo cuando se trata de trastornos mentales. Eso opina Luis Muiño, colaborador del grupo Psicología y Cine. "Los psicólogos somos de los últimos reductos de la intimidad, y eso es más difícil de trasladar", afirma. "Si quiero hacer una película de bomberos, con hablar con ellos más o menos me entero de qué va. En cambio, un director necesitaría asistir a un año de psicoterapia para documentarse", opina. "Y eso no se va a dar". Muiño afirma, por eso, que nunca ha visto "nada parecido a una sesión real de psicoterapia ni en el cine ni en la tele". El inconveniente que ve, aunque entiende que es lógico, es que "la visión tiende a ser melodramática, el guión lo que busca es provocar sentimientos".

Lo que el psicólogo no discute es el impacto de las ficciones sobre la vida de los pacientes. O de los supuestos pacientes. "En Estados Unidos, donde se hicieron estudios, después del éxito de Mejor imposible [donde Jack Nicholson interpreta a un escritor con trastorno obsesivo compulsivo, TOC] los casos de supuesto TOC se multiplicaron por mil", afirma. "Yo también lo noté". "El problema es que con los trastornos mentales todo es cuestión de grado. Que alguien esté preocupado por dejar todas las luces apagadas no quiere decir que tenga un trastorno".

Entre lo negativo, Muiño destaca que los papeles de enfermos mentales no evolucionan. "Está bien que salga alguien con depresión, que es la primera causa de baja laboral en España, pero lo que no sale es que eso es un proceso que evoluciona, que al año se puede haber pasado". Pero no todo son pegas: "Lo más positivo es que contribuyen a la normalización. Está bien que determinados testimonios aparezcan en el cine, porque forman parte de la vida cotidiana".

Miguel Gallardo lo ha vivido en primera persona. Reconocido autor de novelas gráficas, la que dedicó a su hija María, una chica con autismo que ahora tiene 16 años, acabó convertida en la película María y yo (hay un corto que se puede ver por Internet). Gallardo está muy satisfecho con el resultado. "Hemos recibido muchas reacciones. Lo llevamos por toda España y algunos países más. Ha sido una especie de ventana", declara.
El autismo se ha asomado periódicamente a la pantalla. Gallardo cree que el personaje que interpreta Dustin Hoffman en Rain Man estaba demasiado estereotipado, entre otras cosas porque se habían tomado rasgos de tres enfermos; sobre Alguien sabe demasiado, ironiza: "Los niños con autismo son muy buenos testigos, porque se fijan mucho y hablan poco...".

Pese a estas críticas, Gallardo cree que estos filmes tienen un efecto positivo. "Lo más difícil con el autismo es lograr la empatía del espectador, y con María eso se consigue desde el principio", señala. Existen otros beneficios, reconoce, pero, sobre todo, "que un trastorno o una enfermedad se pongan de moda hace que la gente le preste más atención". No es afán de protagonismo. "Para las enfermedades minoritarias, salir en una película o en un artículo de un periódico no cura, pero puede representar más fondos para investigación".

http://www.elpais.com/articulo/sociedad/cine/bueno/salud/elpepusoc/20110127elpepisoc_1/Tes